Aquel país desconocido

El instinto de buscar un futuro optimista para el ser humano se encuentra directamente relacionado con la literatura de ciencia ficción y en ella es posible que se encuentren los ingredientes de nuestra supervivencia como especie.

Picard y el legado.

Hace solo unos días se ha estrenado la nueva serie de Star Trek Picard, la continuación de la saga legendaria por excelencia de la ciencia ficción y que nos trae de nuevo al capitán más querido por la opinión pública de entre todos los que ha habido.

Este afecto se debe a que Jean-Luc Picard condensa todos los valores del humano modelo y de los dogmas de la Federación Unida de Planetas, la tolerancia, la generosidad, la inclusión, el humanismo trascendental y la firmeza en su defensa.

Picard es un hombre renacentista, capaz de negociar, apreciar el arte, conocedor de la historia y de blandir un fáser u ordenar el disparo una salva de torpedos fotónicos si la ocasión lo requiere sin despeinarse.

No es un guerrero si no un explorador con corazón de poeta, es un buen hombre, honrado y falible, pero también firme y decidido, epítome de los valores de la Federación.

Organizaciones y convicciones.

Hablar de la Federación es pensar en lo irreal, pero existen y han existido organizaciones que a lo largo del tiempo ya son y han sido referencias de un pensamiento futuro.

Estas organizaciones se han basado en unos elevados valores e ideales, suponiendo que el ser humano era merecedor de un futuro optimista y en la actualidad nos encontramos con la ONU, fundada días despues de la segunda gran guerra o la NASA, donde sus componentes admiten que trabajan para un futuro que no serán capaces de ver.

Existen y han existido más porque siempre, a lo largo de la historia, ha habido quien ha pensado más allá, quien ha tenido la mente abierta o ha sabido reconocer el valor del ser humano, incluso cuando la percepción de futuro no era patente se ha buscado encontrar lugares que cimenten una sociedad mejor.

Entre estos casos podríamos citar el estado de Camelot, imaginario o no, siempre modelo de un liderazgo honorable y una sociedad justa o la Biblioteca de Alejandría, auténtico banco de datos y de difusión del conocimiento de la antiguedad.

Si comenzamos a escarbar en el imaginario y en la historia encontraremos más referencias que nos convencerán que los humanos siempre hemos aspirado a un futuro mejor y que hemos reconocido la necesidad de organizaciones que lo articulen y lo defiendan.

Y si pensamos en lo que está por venir, hemos de pensar en la ciencia ficción.

Homo homini lupus.

Si la ciencia ficción nos habla de un futuro, no toda lo presenta halagueño, si no que algunos subgeneros como el ciberpunk nos advierten de un lugar que se parece cada vez más al mundo en que vivimos.

Una suerte cotidiana de amenazas globales como virus emergentes, catástrofes climáticas, cambios en los modelos sociales, pobreza, desigualdad, pérdida de libertades y donde aquellas palabras de Plauto resuenan a través de los siglos como una sentencia… «homo homini lupus«.

Plauto escribió allá por el año 200 antes de Cristo que el hombre es un lobo para otros cuando desconoce que el otro también es un hombre y fue traída de nuevo a nuestros días en el siglo XVII por Thomas Hobbes en su obra, El Ciudadano, donde explica cómo el ser humano necesita de la sociedad para encauzar sus instintos.

Es ahí donde entronco mi propuesta sobre una amalgama de organizaciones bendecidas con propósitos más elevados que orienten ya no al ser humano, si no a la Humanidad en su conjunto a un mejor futuro.

La visión optimista.

Es en Star Trek donde la visión optimista de un futuro esperanzador se hace más tangible y donde a lo largo de los últimos 50 años hemos visto cómo sus narrativas han sido puntas de lanza de la integración.

En la original a finales de los años 60 con una tripulación que aunaba a una mujer negra, un ruso y un asiático (pensad en el legado japonés tras la guerra) como ejemplo de un tiempo donde la colaboración nos había hecho llegar donde nadie antes lo había conseguido.

También tuvo el infame honor de mostrar el primer beso interracial, que por obligaciones externas tuvo que ser mostrado como un beso provocado por alienínegas, pero que ahí quedó para la posteridad.

Fue en esa misma serie cuando ya en los años 90 una mujer se hacía cargo de la capitanía de una nave y de su propia serie y es que Star Trek, más antes que ahora fue y será la visión de integración optimista de su creador, Gene Roddenberry, que escribió:

«Si el hombre quiere sobrevivir, habrá aprendido a deleitarse con las esenciales diferencias entre hombres y entre culturas. Aprenderá que las diferencias en ideas y actitudes son una delicia, parte de la variedad emocionante de la vida, no algo que temer«.

Aquel país desconocido.

Así se refería Shakespeare al futuro, ese lugar extraño, sin explorar y ante el que nos tendremos que enfrentar.

Tenemos ante nosotros dos premoniciones, una utópica y otra distópica, una optimista y otra pesimista, lo que ocurra dependerá únicamente de nosotros, como siempre ha sido, pero en esta ocasión disponemos de una herramienta magnífica, la literatura de ciencia ficción que nos permite ver más allá y mostrarnos cuáles son los efectos de nuestras elecciones.

Así nos lo explicaban en la serie de ciencia ficción Stargate, que como celebración del episodio 200, emitía una (auto)parodia del género y que al finalizar, con un brusco corte narrativo nos exponía a un serio personaje que recitaba con frialdad las palabras de Isaac Asimov:

«Las historias individuales de ciencia ficción pueden parecer tan triviales como siempre para los críticos y filósofos más ciegos de la actualidad, pero el núcleo de la ciencia ficción, su esencia, se ha vuelto crucial para nuestra salvación, si queremos ser salvados.«

Además, en mi opinión, también son una decidida vía de transmisión de la cultura y es digno de tener en cuenta las innumerables referencias a la literatura y al pasado que incluyen los guionistas y autores en sus obras mientras nos relatan sus historias del futuro.

No he encontrado en otros géneros tal cantidad de recurrencia divulgadora de los clásicos que en la ciencia ficción.

En mi caso, ávido consumidor de este tipo de género, Star Trek fue mi punto de referencia ya a temprana edad para conocer y leer las obras de Shakespeare y de ahí saltar a muchos otros autores clásicos, así como el desarrollar una curiosidad por la historia a través de las múltiples referencias de sus personajes.

Algo sí que es seguro, es que en los momentos de mayor compromiso, necesitaremos que los mejores valores nos guíen, no por nosotros si no por el legado de la Humanidad y si todo sale mal siempre podremos recordar aquello que dijo Spock y que nos sirve también para nuestros peores días: «se puede comenzar a recomponer un panorama con una sola flor«.

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