Trump contra Chinawuei

Implicaciones empresariales y sociales de los vetos en la sociedad de la inforación.

Efectos inesperados del veto a Huawei y la fragmentación de los sistemas operativos.

Software… software, qué si no.

Es cierto que nuestros smartphones, tabletas y otro tipo de dispositivos están conformados por lo que antes se denominaba el «hierro», el hardware, donde la memoria es necesaria, una CPU fundamental, también precisamos de una placa base, así vamos sumando y sumando componentes, como pantalla, puertos, controladores, baterías y todo lo que hace que funciones… pero no es así, ese pedazo de material físico que tenemos en nuestra mano, mejor que el de hace un par de meses gracias a su tecnología y que utilizamos a diario no sería más que un ladrillo sin el software, el sistema operativo.

No voy a entrar a hablar en este artículo de la guerra de los sistemas operativos, si no de lo ocurrido con el veto del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump sobre Huawei y cómo puede haberse abierto la caja de pandora donde todos los demonios aguardan.

Y es que el software es lo que hace que todo funcione, del mismo modo que un superdeportivo sin combustible es inservible, un buen hardware sin el software adecuado, es de la misma manera, inútil.

Un veto a la antigua usanza.

Realmente tengo dudas sobre cuales son las intenciones finales de los dirigentes de EEUU a la hora de haber llevado a cabo el veto a los productos de Huawei porque a estos niveles, con la información de la que se dispone y con las apuestas tan altas, no se planifican los sucesos a corto plazo ni de manera alocada.

¿En este caso, habrán sido conscientes de las implicaciones?, porque este veto no es como el de las aceitunas, donde el que tiene el poder legisla y convierte su voluntad en Ley, en definitiva, si yo digo que nadie pase por esta línea, tú no vas a poder pasar y se acabó la conversación.

Lo complicado del asunto deviene en que Huawei, la empresa vetada y que no podría utilizar tecnología con base en EEUU se ha buscado muy bien la vida y ha considerado la creación de su propio sistema operativo, el cual ya llevaba desarrollando de una manera, parece ser, latente y con la denominación de Hong meng OS o también nominado como Ark OS a la vez que consideraba opciones de un desarrollador ruso.

En definitiva, si no se puede utilizar este u otro procesador, o este o cualquier otro conector, se lo compramos a otro proveedor, es dificil y complicado ya que algunos componentes están prácticamente monopolizados y el mundo de las patentes se entrelaza en gran manera, pero hay opciones, al público en general no le va a importar demasiado el núcleo de una CPU o quien ha fabricado la conectividad wifi, eso sí, siempre que el producto convenza y Huawei sabe como hacerlo… pero… ¿y el software?, ¿van a renunciar los consumidores a utilizar Android y sus aplicaciones?.

La respuesta no la doy yo si no casos como los de Nokia, Blackberry y Microsoft y sus fallidos sistemas operativos, engullidos por un ecosistema de aplicaciones de iOS y Android. El hardware es fundamental, pero no sirve para nada sin software.

Aquí es donde me pregunto otra vez si D. Trump y sus asesores valoraron las implicaciones de la pérdida de un gran cliente y que una empresa americana sería la gran perjudicada.

El gran Google y las capas de personalización.

El lector avezado habrá llegado a una conclusión, la gran empresa americana perjudicada será Google, la desarrolladora de Android, no solo por la pérdida de un cliente que es fundamental para el dominio de Android, si no porque los usuarios que pierde por un lado, serán vinculados a otro sistema operativo.

En la actualidad Android es el líder indiscutible en sistemas operativos de plataformas móviles y es que es muy viable ser el número uno cuando solo tienes un contrincante real, Apple y cuando grandes fabricantes como Samsung, Xiaomi y… Huawei venden y venden sin parar móviles con tu sistema operativo.

El problema de la pérdida de la hegemonía lleva ya cierto tiempo en el aire, no se ha hablado mucho de ello pero quien esté en el sector se hace idea y son las capas de personalización, ese software que el fabricante despliega sobre el sistema operativo y que reconvierte parte de la pureza de Android en una experiencia diferente. Google lleva mucho tiempo protestando por esta fragmentación, alegando que un sistema fragmentado es menos compatible y es cierto, pero existe un preocupación que mana de la posibilidad del cambio drástico de esas capas de personalización, alejando al usuario final de una experiencia Android y acostumbrándolo a «otra cosa».

Ahora el gran G. se enfrenta no a una capa de personalización más o menos rebelde, si no a la existencia de un sistema operativo para los que están habituados a esa «otra cosa» y que no es Android, pero que sí ejecuta las aplicaciones de Android.

El fin del veto, aquí no ha pasado nada.

Al final, todo quedó en nada, la administración Trump canceló el veto, o al menos parte y la prensa lo celebró de una manera ciertamente inocente. Huawei puede continuar, aquí no ha pasado nada, solo un susto.

Y por tercera vez me pregunto sobre cuál es el plan oculto, cuál es el propósito de todo esto, alguna maniobra política, llamar la atención o perjudicar a Google, porque lo que ha ocurrido al finalizar el veto es que Huawei va a seguir desarrollando su sistema operativo, donde la última noticia que tengo es el registro en la oficina de patentes de la Unión Europea de su sistema como Harmony.

El usuario no va a notar la diferencia, de la misma manera que no lo ha notado la prensa, el núcleo del sistema operativo será la versión abierta de Android y las aplicaciones serán compatibles, creo que la experiencia del consumidor va a ser la misma.

Así, de un día para otro, donde solo había dos, ahora hay tres sistemas operativos, el de Google, el de Apple y el de Huawei, con la salvedad que dos de ellos, son fabricantes reales, con una tremenda producción y múltiples modelos.

Quién sabe si poco a poco y como un plan concebido con tiempo, ese nuevo Harmony se diferenciará lo suficiente para que nunca más se le vuelva a relacionar con Android, como un familiar que reniega de su estirpe, mientras eso sucede, Google se resentirá en uno de sus orgullos y en los bolsillos de sus accionistas.